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lunes, 31 de agosto de 2015

Pepita y la historia resiliente.


Pepita era sólo una niña y tuvo a bien enamorarse de un rojo que se había enamorado de ella y al que mandaron a la cárcel por rojo. Ella siempre lo llamó «mi Jaime». La historia ya la conocéis todos porque se escribió un libro y se grabó una peli. Más de dos décadas pasó él en la cárcel y en cuanto salió fueron derechitos a casarse y tiempo después él cayó enfermo y murió, el pobre, sin llegar a ver nacer la democracia por la que tanto había luchado. Para esta separación ya no hubo indultos ni remisión de condena. Pepita murió esta mañana, la pobre, y dan ganas de creer en un cielo para imaginar que volverán a juntarse.

pepita patiño

Pepita era los ojos azulísimos de La voz dormida y en mi casa era la Madrina, la de mi padre, la de mis tíos, la mujer que siempre lloraba al recordar todo aquello que en realidad nunca quiso ni intentó olvidar. La amiga de mi abuela, que no tiene libros ni peli. Más de noventa años dan para mucho sufrimiento y ahora todo el mundo repite una evidencia que hace las veces de bálsamo: que por fin podrá descansar. Y de pleno derecho. Merece y afortunadamente puede hacerlo con la tranquilidad de que su historia, más la de amor que la política, la sobrevivirá. En determinados contextos, incluso el amor se vuelve político. 

Pepita es además un icono de la otra historia, la que seguiría muda de no ser por las Dulces Chacón de turno. Una historia -la del salón, los patios, la familia- a la sombra de la Historia -la de los frentes de batalla, las cárceles y los decretos. Es la mujer que luchó la posguerra sin empuñar un fusil porque le tocó helarse la sangre en cada disparo que oía desde las afueras. La novia, la hermana, la madre, la hija que resiste sin hacer ruido porque ese fue el papel que se le dio. En aquella época, ningún papel era digno de ser interpretado, y a ella le tocó ser quien tiembla mientras mantiene la calma en casa y consigue que la vida siga. Con miedo a que se los lleven, con miedo a que nunca vuelvan. Como protagonista de una historia ensombrecida por las odas a los héroes; una protagonista que nunca quiso serlo, ni pensó que lo mereciera. Como mi abuela. Como las vuestras.

Dan ganas de creer en un cielo para que también ellas se encuentren. 
Y que en ese cielo, por una vez, los héroes sean ellas.


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