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domingo, 17 de mayo de 2015

La fuerza.


Admito haber vibrado en conciertos de 20 personas y dejarme la garganta cantando más alto que nadie en polideportivos y festivales; ahora incluso soy capaz de invertir media hora en llegar a la barra por una cerveza a riesgo de perderme mi canción favorita. Lo digo bajito porque decir que ya no te apasiona la música es un suicido comercial, como cantaba La Cabra. Me habría gustado ser inquieta y obsesionarme por el cine o por las series de televisión pero nací, como Larra, con cierta tendencia a la pereza. Leer, leo, pero poco y de poco en poco, aunque de niña devorara las estanterías mías y después las de las bibliotecas públicas. Últimamente me dedico a releer con la licencia de saltarme las páginas de tres en tres, de ocho en ocho.
Ni siquiera la lucha social me conmueve demasiado a estas alturas después de aquellos años universitarios de asambleas y encierros, aplausos en el lenguaje de los sordos y cansancio acumulado que sirvieron de poco. No lo puedo negar: me gustaría que me gustara el fútbol, incluso engancharme con la nocturnidad de algunos a esos partidos de tíos largos que saltan y encestan. Envidio la energía de los que se lanzan a por la púa que ha tirado un bajista cuyo nombre desconocen, de los que esperan en la puerta de la sala a que salga (aunque sea) el batería para robarle una foto de recuerdo; el hambre curiosa del que devora películas y libros y el aguante de los que aún creen y pelean por lo que es justo (sobre todo lo primero); incluso la entrega encarnada de los que siguen un partido como si en él les fuera la vida, la alegría del después compartida con la de al lado, el premio de consolación de una cerveza en compañía tras la certeza de la derrota. De ahí nace parte de la fuerza que me falta. De ahí algunas guerras buenas.


1 comentario:

  1. Parecen que los años devoran el ímpetu y marchitan el sabor de lo que fue nuevo. La fuerza que se va, a menudo genera una buena letra que escribir y ésta, algún lector casual que se ve identificado en ella.

    Por criticar, la imagen, un poco chunga. El texto, inundado de certezas que gusta leer. Y el lector, con algo de más fuerza. ¿Que más podría pedirte?

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