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sábado, 12 de diciembre de 2020

los huesos de los muertos.


a veces sueño con fosas. que la fosa se abre y nos devuelve la tierra a los muertos, apilados unos sobre otros, huesos limpios como esqueletos de laboratorio que han resistido durante décadas el peso de la tierra sin colapsar pero abrazados por la presión del peso de los estratos y los pasos y las lluvias, con el húmero de uno encajado entre las costillas del otro, las calaveras mirando hacia arriba, hacia el agujero por el que nos asomamos, preguntando desde el hueco vacío de las órbitas qué coño hemos estado haciendo, por qué hemos tardado tanto.

si sueño con fosas es por la poderosa imagen de la fosa, el pasodoble de la comparsa, ascensión mendieta sentada junto al agujero, el sonajero de martín, el metro de las modistas, la pala clavándose en la tierra y la tierra supurando secretos y vergüenzas, los abuelos abrazando los huesos de sus padres por fin. en el amplio y complejo terreno de la memoria, las fosas son también la literatura necesaria. sueño con fosas porque son la punta del iceberg de toda la mierda que significan. una fosa se puede ver y se puede tocar y por eso es más fácil desarrollar el discurso de la justicia y la reparación abriendo fosas.

esta semana se ha demostrado que abrir fosas para dar a los muertos "digna sepultura" pone de acuerdo a todo el mundo. al fin y al cabo quién puede oponerse a que un abuelo recupere los huesos de sus padres y haga con ellos lo que le dé la real gana. la trampa está en llevarse al terreno íntimo de las emociones algo que debe ser una cuestión de Estado: te dejamos que abras las fosas y así dejas de dar la chapa con lo de franco, la represión, la dictadura y la puta memoria. al fin y al cabo lo que importa, dicen ellos, es la familia. lo importante eres tú. que recuperes, abraces y entierres a tu muerto y nos dejes seguir con lo nuestro. con esa filosofía, ni aún abriendo todas las fosas de España habríamos reparado una mierda. no sirve de nada abrir fosas a cambio de silencio.

mi abuelo no está en una fosa. si mi abuelo estuviera en una fosa posiblemente también movería cielo y literalmente tierra por sacarlo de la fosa, pero mi abuelo está enterrado con mi abuela tras una lápida con el nombre de ambos, cementerio de san rafael, zona santa inés, fila 02, número 0225. lo que sí pesa sobre la memoria de mi abuelo es la sentencia que lo condenó por rebelión militar y que podría quedar anulada con la aprobación de la nueva ley. a mí y a los míos que le anulen la condena a mi abuelo nos supone más bien poco: como mucho, una satisfacción personal que no resarce los ocho años de juventud robada en la cárcel, ni las palizas de los interrogatorios, ni la comida con gusanos ni el miedo. a mí y a los míos, sinceramente, puede darnos un poco igual, pero a mí y a vosotros nos supone mucho que le anulen la condena a mi abuelo porque le dignifica a él y a sus iguales, porque en los libros de historia de España se va a estudiar que mi abuelo fue condenado por rojo y que muchos años después de recuperada la democracia, aunque mal y tarde, el Estado dijo por fin algo tan simple como que aquello era una soberana mierda y que no lo compraba. 

eso es la memoria, así la entiendo yo: no mi guerra particular, si no la batalla por hacernos mejores de lo que fuimos. no es tu abuelo, son los represaliados del franquismo y son los represores, los expoliadores, los que esclavizaron y hoy son ricos gracias a ello y están cómodos con el olvido. no es la fosa de tu padre, es la vergüenza de 40 años mirando hacia otro lado. no es concordia, es justicia; no son los huesos de los muertos, es impedir que el fascismo que los enterró gane dos veces. 

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