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martes, 9 de julio de 2013

No va a arder.




No va a arder. Cada verano es lo mismo. Hay momentos en los que parece que sí, pero no, luego no hay llamas y todo sigue igual. El mismo camino hacia la parada del autobús en el que te daría tiempo a trescientas combustiones espontáneas el mismo ruidito de los aparatos de aire acondicionado marcándote el paso el mismo espejismo raro sobre el asfalto de la carretera las mismas terrazas recogidas de los bares porque quién es el valiente que se sienta ahí fuera a fumarse un cigarro la misma biblioteca desierta y los préstamos de verano el mismo insultante silencio la misma desidia la misma ciudad que hiberna en verano como los osos pero al revés. Cada verano es lo mismo hasta que un verano por fin me decida a prender la mecha desde la azotea de un hospital con mi propio Sputnik mi Swordfish mi Halcón Milenario preparado para despegar como me prometí hace dos, tres años, no sé desde cuando llevo prometiéndome un poco de fuego aquí y un viaje intergaláctico como esos de los libros, los de joderle el planeta a otro con las mismas putas maldades con las que jodemos el planeta propio y luego intentar arreglarlo y seguramente enamorarte del primer idiota de Júpiter que se crea la movida de que has venido volando en una nave desde otro planeta a tropecientos años luz y que eres un ángel, un ángel terrible que sabe dejar de ser un ángel cuando es oportuno pero no sabe dejar de ser terrible cuando le va la vida en ello, igual que hace dos, tres años cuando empezó a prometer historias de fuego, naves espaciales y azoteas sin intenciones reales de volar y teniéndole miedo aún al gas de la cocina y sabiendo ya siendo tan joven que las azoteas solo sirven para tender la ropa y para otra cosa menos útil pero más divertida.


2 comentarios:

  1. De nuevo, magnifica...sin palabras

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  2. pues llevas razón... nunca arde!! ardemos nosotros por dentro... pero ésta es la sal del verano, no??

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