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jueves, 6 de febrero de 2014

No mirar a la Medusa a los ojos.


Me sé la historia por una aventura gráfica a la que jugué de pequeña y porque es la típica historia que se cuenta y se sabe y porque estudié un poco de mitología en Bachillerato, por todos esos episodios sé que no se puede mirar a la Medusa a los ojos porque si lo haces te conviertes en piedra. Perseo fue listo al enfrentarse a la gorgona y se salió con la suya pero yo no soy tan lista ni suelo detenerme a pensar racionalmente ni entiendo un carajo de estrategia y por eso tengo todas las papeletas para petrificarme por pura torpeza o por temeridad o por mi afán de saberlo todo aunque duela, por arriesgarme o por hacer como la que se arriesga aún sin acercarme demasiado mirando a la puta Medusa -a todas las jodidas putas Medusas que pongan un solo pie en mi territorio- desde el marco de la puerta asumiendo el riesgo de que se vuelva y me clave los ojos y estar perdida, en lugar de huir en cuanto tomo conciencia de su cercanía darme la vuelta cambiar de camino esquivando el cruce de miradas haciendo caso a las señales y a mi propia advertencia esa tatuada invisible en la frente aléjate de lo que te hiera que siempre me repito pero a la que solo he hecho caso una o dos veces en mi vida, a lo sumo tres. 
Después de todo, convertirme en piedra sería un mal menor y sobreviviría a los siglos.

1 comentario:

  1. Las medusas por los pelos, vuelta y vuelta a la sartén y con mucha pimienta. Tu sabes la receta Chef Bebop.

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