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jueves, 17 de julio de 2014

Cosas que me gustan de escribir en un periódico que no son el dinero ni la fama ni la vocación ni la remota posibilidad de cambiar el mundo.




Hay cosas que me gustan de escribir en un periódico que no son el dinero ni la fama -que si estuviera aquí por el dinero o por la fama indudablemente habría llegado al sitio equivocado- ni la vocación traducida a un impulso nervioso que te empuja como viento huracanado hacia la redacción ni la bondad de dar voz al que no la tiene ni la remota e improbable posibilidad de cambiar el mundo entrecomillando declaraciones de políticos electos o enumerando las actividades de un programa cultural impulsado por el Ayuntamiento o escribiendo sobre las derivas anticonstitucionales del Estado de Derecho como si cualquiera de esas cosas pudiera de pronto alzarse como un arma capaz de convertir esta ciudad en una ciudad mejor o algo así.

Hay cosas que me gustan de escribir en un periódico que no son ninguna de esas cosas porque son cosas más sencillas (que no simples) más humildes (que no vanas) más del reino de lo mundano, que es al fin y al cabo el nuestro, nuestro reino.

1) Me gusta que la dinámica de trabajo en un periódico impreso te obligue a vivir constantemente en el día siguiente como si fueras un viajero futurista espacio-temporal. Lo digo porque en un periódico el redactor escribe normalmente para el individuo que lo leerá al día siguiente y por ese motivo tiene que encajarse en las carnes inciertas del mañana y hablar del hoy por ayer, por mañana del dentro de dos días y tratar los temas con una distancia totalmente irreal y que necesariamente le obliga a convertirse en una especie de superhéroe capaz de vivir corpóreamente un jueves con la cabeza metida de lleno en el viernes. Ya sé que puede parecer una tontería pero a mí me lleva a reflexionar sobre cosas como que siempre va a existir un mañana o que el tiempo es en realidad un invento del ser humano y eso nos da potestad para jugar un poco con él sin necesidad de hacer mucha alquimia.

2) Me gusta sentarme frente al ordenador cuando llego a la redacción por la mañana y abrir el editor y encontrarme con un árbol de contenidos vacío o con un número variable de páginas totalmente en blanco y por escribir. Para mí que me da por ser  mística cosas como esa tienen una lectura simbólica como vivir en un bucle perpetuo de recopilación, redacción, edición y publicación en el cual lo que hayas hecho hoy ya no servirá de nada mañana e incluso los errores que cometieras ayer hoy darán igual porque no se puede corregir un impreso y porque además no puedes perder tu tiempo preocupándote por los errores que ya has cometido porque necesitas emplear ese mismo tiempo en llenar de contenidos el periódico de mañana sin bajar la guardia para no volver a equivocarte.


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