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martes, 19 de febrero de 2019

el amor breve

*esto no va de los sentires líquidos que reinan en este contexto posmoderno de nihilistas amatorios, que cada uno se cosa las roturas como buenamente sepa y reciba con responsabilidad y gloria lo que la vida le depare

la última vez que sentí amor [en la acepción más intensa del término] el recorrido absoluto, del cero al cien y del cien al cero, me duró aproximadamente veinticuatro horas: en los albores de la madrugada fue la pérdida del decoro, el baile torpe, la pasión caótica impredecible como una primera borrachera, al rato ya la carita de tonta y la risa floja, el brilli en los ojos el nervio los planes los credos el annapurna de las emociones que en el descenso deja paso a esa calma dulce ese querer acompasao y tranquilo que buscan los viejos, una intimidad sin vuelcos, lo de dormir tranquila y soñar bonito, pero hacia la media tarde ya empezaba a faltar el aire y el espacio y a molestar el roce y la verdad es que hacía demasiado frío para volver a quitarse la ropa y se me emborronaba su cara si miraba hacia adelante, y como era de esperar con la noche llegaron las dudas y sabe dios que de la duda no se sale nunca de una pieza así que me acosté en negación y pasé el duelo mientras dormía. será verdad que la experiencia acelera los procesos porque por la mañana ya ni siquiera me dolía un recuerdo y pudimos desayunar como amigos e incluso en días posteriores permitirnos algún escarceo por aquello de que donde hubo siempre queda y haber hubo, que no son las unidades de tiempo las que rigen la gravedad a las cosas y en unas cuantas horas caben un millón de mundos, en unas cuantas horas nos dio tiempo a pensar en viajes y bodas a sentir la pertenencia y a determinar que no necesitábamos hijos ni perros ni seguros de muertos, y todavía en el después de unas cuantas horas caben el peso de las decisiones preguntas sin respuesta que se te quedan eternas pequeños brotes de rabia y alguna nostalgia pero mira, varias veces he querido durante años con las concertinas bien ancladas en las fronteras, con un querer largo y encorsetado y aquella vez quise breve pero en campo abierto, quise breve y no me quedó una caja de fotos maldita ni se me manchó el entorno ni hubo daños colaterales, ni a mí me dio tiempo a querer cambiar por él ni a él le dio tiempo a querer cambiarme, me quiso para siempre un rato y se libró de conocerme como solo te conoce quien te vive y te sufre, y eso que se pierde y eso que se lleva [y eso que os ahorráis los demás: todos los malos poemas con analogías manidas que no escribiré y las elegías de cementerio que se quedan en el limbo, la simulación posterior del autoengaño los fuegos artificiales para rogar casito, lo de que la vida sigue y el dolor te crece y qué bien estoy ahora, mejor por una vez el pack completo el ascenso y caída de los imperios condensado en un día libre que enmarañarte y devolverte al mundo de los no-querientes como recién salida de la centrifugadora, mejor por una vez estas líneas de prosa rápida que colaborar en la sobreproducción de ese depósito de gilipolleces reiterativas al que nos exponen los éxitos y fracasos del que quiere el rato que sea y luego se pasa la vida olvidando]

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