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miércoles, 22 de mayo de 2019

aproximación al síndrome de la enfermera



hay una tesis extendida y ampliamente accesible para el indocto gracias a los beneficios que nos aporta internet que relaciona a las mujeres con el ejercicio y hábito del cuidado por efecto de una estructura social que tradicionalmente ha ligado a las mujeres al ejercicio y hábito del ciudado. viene a decir que esa tendencia a cuidar y esa responsabilidad de cuidar y el miedo a cuidar mal no es algo innato sino algo que se empieza a aprender cuando te ponen en las manos un bebé de juguete o lo pides por reyes porque quieres acunar a un bebé como tu mamá te acunó a ti, y no creo que esta que está aquí pueda aportar al respecto mucho más de lo que ya se ha dicho. una puede elegir deconstruirse e incluso tener suerte en el proceso de deconstrucción. yo creo que incluso en la fase última de ese derribo, ya con los constructos hegemónicos tirados por el suelo, te sigue latiendo el miembro fantasma y por eso cuando llega el caos, cuando no hay refuerzos naturales y el orden de las cosas te coloca la corona negra, por muy en los cimientos que se te haya quedado esa constricción social que sabes dañina y censurable no te resistes a volver a ella en un acto a todas luces autolesivo y contrarrevolucionario porque anteponer las voluntades de los demás a las tuyas propias te hace sentir menos egoísta y al fin y al cabo útil y por tanto buena.

hablábamos el otro día mi amiga y yo de la delgada línea que separa el buenhacer del egolatrismo por tantas veces que hacemos bien para destacarnos como santas, aún sin la presión de tener que redimirnos por algo malo que hayamos hecho. que te quieran es una droga pero si los caminos del querer son estrechos y serpenteantes y están mal iluminados y no tienen quitamiedos imagina cómo son los caminos del querer pasivo, que es lo que realmente obsesiona a las personas. hay una diferencia insalvable entre querer y necesitar y decir lo contrario sería arrojarse a los dogmas del mismísimo terrorismo romántico pero también es cierto que tienen ambas cosas un punto común que es la búsqueda: quien te quiere te busca y el que te necesita también te busca, y por eso a veces en nuestro infinito patetismo nos conformamos con ser imprescindibles para quien no nos quiere una mierda con tal de sentirnos buscadas, o más bien de no sentir que no nos busca nadie.

(llegados a este momento creo que no hace falta un apunte a pie de página para explicar que ese plural es mayestático por puro pudor de mujer deconstruida pero autolesiva y contrarrevolucionaria)

confieso haber sido buena por hacerme necesitar y no por efecto de una filantropía motora que rige mis acciones. no tengo que hacer grandes esfuerzos para verme ahí: me recuerdo en situaciones verdaderamente patéticas, de ese patetismo forzado y consciente, liberador y autocompasivo. he hecho míos los dramas que engullían la vida de otro que nunca se preocupaba por mis dramas y he calentado más de un paquete de salchichas en el microondas en un intento por curar resacas de borracheras en las que no quisieron que yo estuviera, y he jugado a hacerme la ciega ante las mentiras más flagrantes para no montar el número y ser buena. me he saltado mi propio duelo para acompañar los duelos de otros y he estado lista para coger autobuses cuando se me echara de menos en un lugar donde más bien se me echaba de más, y me he rajado de arriba abajo (esto en el plano figurado) destapando mis vergüenzas para hacer menos vergonzosas las vergüenzas del de al lado, con la terrible consecuencia de derramarme en medio de la nada mientras el ahora desvergonzado se impulsaba en mí para salir de entre las vísceras sin mancharse. también en el plano estrictamente material que es el que más nos importa a los marxistas he dado un dinero que no tenía a sabiendas de que no se me iba a devolver jamás pero sobre todo he esperado, he esperado muchas horas con el sacrificio que esperar supone en el contexto de una vida finita, he esperado en condiciones muy patéticas hasta un día de calor bajo una chapa de uralita bajo la mirada fiscalizadora de personas desconocidas que seguramente se estarían preguntando qué mierda esperaba esa pobre chavala. he esperado incluso cuando sabía que no iban a venir y todo con el objetivo de que no se me pudiera reprochar que no había esperado porque esperar también es cuidar cuando no hay reproches al que tarda o al que nunca llega.

la cuestión principal es que yo, santa irene mártir, no merezco aplauso alguno por los episodios que abultan mi nómina de regalamientos porque no tengo claro, ya no me acuerdo, si hago lo que hago por hacer el bien o por a) anudarme bien los lazos a la muñeca b) curarme en salud ante posibles maldades futuras c) hacerme la héroa, erigirme como salvadora, sentirme buena y si no digna de ser querida al menos meritoria de ser necesitada. en resumen: todo lo que a lo largo de mi vida me haya podido encumbrar al podio de las buenas personas no lo he hecho por ser buena persona sino para ser buena persona. cuando cuido no tengo claro si cuido por el imperativo patriarcal o por reconocerme en una figura útil, por la egoísta motivación de que se me eche de menos cuando no esté. tampoco descarto que sea todo la misma cosa. lo único que sé es que veo un animal herido y se me reconstruye toda la estructura hegemónica deconstruida, y es una cosa que me lleva pasando desde que tengo conciencia de la existencia de la estructura en sí y lo que venía a contar es que hoy martes 21 de mayo de 2019 en torno al mediodía me ha vuelto a pasar

y cada vez que pasa me siento mitad víctima mitad psycho.



1 comentario:

  1. Quizá por eso no solo somos lo que somos si no también lo que los demás ven.

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